Sabemos que los robos están a la orden del día, ya sea en la calle o el gandalla que nos baja el celular en un salón de clases.
Pero esta vez, no podrá evitar reírse al ver a este ladrón, pues con todo el descaro del mundo y ante los ojos de Dios, el hombre tomó un celular de una mujer que rezaba en la banca de enfrente, y obviamente, no podía irse sin persignarse antes.
Este hecho, aunque no lo crea, no pasó en México, sino en una iglesia de Ecuador.
¡Así o más cínico, zánganos!