“Quien es piadoso con los crueles,
terminará siendo cruel con los piadosos” — Talmud.
Ya no soy de las que se les rompe el corazón con facilidad; después de haber salido salva de más de una mala relación, haber cantado hasta al amanecer para exorcizarme y años de deconstrucción, remodelación y sobrevivencia, ya no me cuezo al primer hervor. Sin embargo, me sigo enamorando cíclicamente y con reverenda facilidad. Me gusta exponerme, salir de mi zona de confort para explorar las otredades que me rodean. Estoy completamente convencida que el amor es una decisión que inicia en la generosidad y se mantiene a voluntad; es la forma más lúdica de explorar y descubrir quiénes son las personas que me atraen y, por lo tanto, que más hay de mí que aún desconozco. Por si fuera poco, me gusta amar sin reservas, sin filtros y sin cuidarme las espaldas. Claro que no faltan algunos que tratan de abusar porque lo confunden con estupidez.
Aquellos perplejos pierden un detalle de vista. Amar a corazón abierto significa una vulnerabilidad increíble al tránsito de las emociones y supone anteponer la confianza a la relación –sin importar su naturaleza, lo mismo aplica para un vínculo afectivo erótico, como para una sociedad de negocios, o una amistad-. Quien es frágil no se puede dar el lujo de andar con el corazón expuesto, una mala herida podría llegar a ser mortal. Si amar es una decisión, entonces hay que elegir con quien nos liamos y entrenarse todos los días para vigorizarnos y tener a la mano los recursos que sustenten nuestra determinación. Amar es una prerrogativa de los fuertes.
Usemos el box –el deporte, no el espectáculo- como ejemplo; subirse al ring requiere una preparación técnica, mental y física considerable, además sólo se permite una pelea entre contrincantes que aparentemente están en igualdad de condiciones. Nadie diría que quienes practican box son frágiles o débiles y, sin embargo, quedan vulnerables a que les tiren en la lona por un knock-out. Hay un pacto y reglas que permiten que el juego suceda.
¿Qué pasa cuando estos perplejos se quieren pasar de listos no sólo en el terreno de mi intimidad, si no en la arena pública y lo hacen masivamente? En menos de tres semanas, los vimos marchar con antorchas en Charlottesville, atropellar inocentes en Barcelona y sacar cuanta mierda antisemita en mi querida Ciudad de México. Esas manifestaciones no suceden de pronto, ya no podemos ser tan ingenuos. Se gestan durante años, ya sean en las aulas, los templos o las reuniones secretas o discretas. Esos hombres detestan todo lo que soy y mi existencia les supone una molestia tan grande que me preferirían muerta. El problema es que también odian todo lo que eres tú, no importa que tan diferente seas de mí. Eres disímil y eso ya te hace un objetivo móvil. El odio también es una decisión, una vez que ha aniquilado al objeto del desprecio, es esencial encontrar uno más y otro más.
Llamémosles supremacistas, ultraconservadores, racistas, fundamentalistas religiosos, o por su nombre más común y antiguo: antisemitas. A esta clase de odiadores les gusta participar del sistema político y, a pesar que detestan la democracia porque tienen que compartir el gobierno con seres que ellos consideran inferiores, la utilizan a la perfección. Saben bien que a través del aparato estatal encontrarán una burocracia permeable, que puede ser convencida a través de la corrupción económica o moral. También han aprendido que no basta tener el gobierno, necesitan bases en las universidades, entre los jóvenes y el clero. Saben disfrazarse sin pudor para jugar en la arena pública y después hacer trampa. ¿Se acuerdan de Myke Tyson mordiendo orejas y súper orgulloso de ser llamado “El hombre más malo del planeta”? ¿Quién de ustedes quisiera subirse al ring con él?
Nosotros, los que todos los días practicamos el amor, no somos frágiles, contamos con el entrenamiento y los recursos para subirnos al ring, pero urge reconocer nuestra vulnerabilidad. Los odiadores están permeando cada vez más en todas las esferas del quehacer público y ni siquiera necesitan pudor para disimularlo. Organizaciones como El Yunque o el Frente Nacional por la Familia no tienen empacho en declararse abiertamente antisemitas mientras marchan “por la familia natural”; muchos de ellos militan en el PAN y hasta pretenden –y ejercen- cargos públicos.
Mientras nosotros elegimos la vida libre, digna y respetuosa, ellos no dudarán en matarnos, a ti y a mí, ya sea en un parque, en las plazas públicas o en cámaras de gas. Bajémoslos del ring antes que sea demasiado tarde.
Shoshana Turkia
Socia Fundadora de Presente Continuo
vinculo@presentecontinuo.com.mx
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