Érase una vez que un país fue asolado durante seis largos años por una temible pandilla. En ese lapso, día a día, aquella nación se fue desmoronando y hasta hoy se recuerda el enorme rastro de corruptelas, omisiones, opacidad y complicidades que dejaron a su paso. Así que en su nuevo libro, Roberto Rock cuenta la historia detrás del desastre encabezado por Enrique Peña Nieto, Miguel Osorio Chong, Luis Videgaray, Aurelio Nuño, los Betos, y patiños como Miguel Ángel Mancera, o Mancerita, como le dice el nuevo peje de gobierno Andrés Manuel López Obrador.
Con el gusto por el género del perfil periodístico que le ha hecho producir algunos retratos de personajes de la política nacional como Diego Fernández de Cevallos, aunado a la influencia del periodista norteamericano que destapó el escándalo de Watergate, Bob Woodward, a quien incluso conoce y le ha firmado alguno de sus libros, Roberto Rock hace la crónica de esa herencia envenenada que condujo al desastre por todos conocido al tiempo que aporta diversas pistas para entender al actual presidente de la República.
Es un político “difícil de predecir”, explica en entrevista el también director del portal La Silla Rota, con personajes muy fuertes en su vida como sus esposas y especialmente Manuelita, su madre. Y “que no se puede explicar sin Tabasco en sí mismo, como fenómeno político, histórico y hasta geográfico, porque Tabasco es producto de la naturaleza. De no haber sido porque sucesivos gobiernos de los últimos 50 años controlaron el poder del Grijalva, Tabasco virtualmente no existiría porque sería un territorio permanentemente inundado, y con frecuencia ha estado inundado con temporales muy graves que no han logrado contener al Grijalva que es uno de los ríos más caudalosos del país y que arrastran historia”. No en vano muchos políticos tabasqueños hacían ahí ritos masónicos. O detalles como el simbolismo recurrente de toda una corriente de políticos del estado que incluye a Tomás Garrido Canabal, “el gran cacique de izquierda, fascista desde mi punto de vista”. Pero también Carlos Pellicer, Enrique González Pedrero o Leandro Rovirosa, hombre de muchos simbolismos, y que da origen a uno de los 24 capítulos del libro.
Hasta cierto punto parecido al caso del ex presidente emanado del grupo Atlacomulco, o Atracomucho según la picaresca popular. Y es que Peña Nieto y su liturgia del poder tampoco “se explica sin el Estado de México, sin la clase política del estado, sin la forma de hacer política, su proclividad a ser muy vertical, con ese uso del dinero”. Sin embargo, se trata de “alguien que no estaba preparado para ser presidente de la república y que es como llevado en andas, aupado, por distintos grupos de poder tanto político como económico. Le resolvieron la vida a Peña Nieto en alguna medida. Se subió a un carro que en alguna proporción tripulaban otros”.
Ideado durante un viaje y escrito como libro en alrededor de seis meses, en estas historias de insensibilidad y corrupción además de Tabasco y el Estado de México el grupo Hidalgo es otro referente significativo.
-¿Cómo entra el grupo Hidalgo en el libro?
– “El peso del Estado de México siempre fue gravitacional en la política nacional, entendida como la que se hace alrededor de la metrópoli, la capital del país. Siempre el Estado de México ha sido el laboratorio de lo que va a pasar en las elecciones, la entidad con mayor presupuesto, mayor número de población, vecina de la ciudad de México, que se confunde”. Por eso es importante recordar que “la política con Plutarco Elías Calles se organizó con caciques casi todos de origen militar, que vivían de espaldas al centro del país y a espaldas del resto del país, se volvió una visión muy aldeana. Su relación con el centro era, tú mandas en ese estado a condición de que no te metas en lo nacional. Y hubo varios casos de esa naturaleza que les fue muy mal, como en San Luis Potosí, Saturnino Cedillo, que eventualmente acabó en una tragedia y comenzó a tener problemas cuando se metió en lo nacional. Hidalgo tuvo la sabiduría de que si bien hubo casos aislados de políticos con perfil nacional como Murillo Karam o Humberto Lugo Gil, siempre eran como supeditados y creo que ellos sabían cuál era su rol. Osorio Chong es de otra generación que cree entender a Peña Nieto, y asalta el poder con Peña Nieto y aprovecha la novatez de este.
“Yo creo que era un político más cuajado que Peña Nieto, más taimado, mañoso. Hubo muchas anécdotas de Osorio Chong lambiscón, untuoso, para convencer a Peña Nieto y subirse al carro que ya venía encabezando el gobernador de Estado de México. Los dos eran gobernadores, pero no eran amigos. Él buscó a un montón de personajes que lo acercaran a Peña. Personajes que le decían, oye Miguel, tú eres gobernador, no le cargues el portafolio a Peña, pero a él no le importó mucho, se apoyó en otros políticos, empresarios, y particularmente en la maestra Gordillo. Osorio Chong no se puede entender en todo su proceso político sin la maestra, desde que fue diputado. Sin el apoyo del SNTE primero, y segundo muy notablemente de la maestra. Como gobernador y luego en la secretaría de gobernación. Sinceramente creo que sufre cuando tiene que confrontar a la maestra, a la que no puede convencer. Está referido cómo la visita en su departamento… Pero él se decía ahijado de la maestra, y la maestra se sentaba con él, no sé qué tanto lo respetaba, porque había otros iguales que él y creo que de algún modo pueden formar la cofradía de los políticos protegidos por la maestra. Los Moreira, por ejemplo, que coincidió en ese momento, una coincidencia histórica de Humberto Moreira, Osorio Chong, la maestra, Peña Nieto. Ella tuvo una relación distante con Peña Nieto, en algún momento fue cercana a Roberto Madrazo, que fue un enemigo jurado de Peña Nieto. Un hombre que lo despreciaba como alguien demasiado verde en la clase política mexiquense”.
Otro acierto del libro son las recreaciones de algunas escenas o situaciones memorables. Por ejemplo, cuando el empresario Claudio X. González o Claudio Décimo, así le decía el presidente Salinas, reclama a Peña Nieto con un róbate la elección, este es un fraude patriótico. “Y Peña Nieto, que estaba muy agraviado con Claudio, lo platica a varias personas. Hazme el favor, este hombre que todo el sexenio me ha dicho ladrón, ahora quiere que me robe las elecciones. Sólo que se entera López Obrador, lo dice, verifico y sí pasó. Incluso veo en qué reunión, en qué salón, en qué momento de una visita empresarial ocurre este planteamiento. Refleja también la sensación de estos hombres gobiernan pero el poder soy yo, y creo que es una cosa que está presente con López Obrador diciendo yo lo que quiero es cambiar el poder, no solamente el gobierno. Porque yo estoy convencido que estos grupos, no solo de empresarios, gobernadores, grupos de poder muy real, le dijeron a Fox y a Calderón sí ganaste la presidencia pero el poder lo tenemos nosotros. Y no te alcanza para quitárnoslo, porque eres un gobierno de minoría, sin suficientes gobernadores, porque no controlas el congreso y porque no te va a dar tiempo. Por eso, mejor platiquemos entre nosotros”.
Aun así considera que “si yo tuviera que comentar el libro desde afuera, creo que nos queda a deber en el tema de los empresarios. Es un faltante del autor porque no tengo el acceso cotidiano. El libro es una colección de anécdotas que yo rastree, es sobre esta serie de cosas que ya sé, quiero profundizar en qué pasó detrás de cámaras con mayor detalle. Y lo de los empresarios se me hacía indispensable entender, pero yo diría que por cada 10 políticos con los que hablé para el libro, hablé con un empresario. Y tenía una relación 10 veces más cercana o más cotidiana y de más confianza, que es fundamental, con políticos que con empresarios. Varios me confiaron, otros me confirmaron algunas escenas narradas en el libro. Por eso creo, insisto, que Peña Nieto tripuló un vehículo conducido por otros actores. Y entre ellos creo hubo grupos empresariales muy poderosos que han mantenido el poder en el país por mucho tiempo por la vía de monopolios, de cabildeo”. Por ejemplo, “Claudio X. González ha sido dueño de muchas empresas y cabildero de muchas otras donde se sienta con los gobiernos, como líder empresarial, como personaje en sí mismo, y pacta cosas para terceros o para otras instancias”.
En estas historias donde el poder es personaje central y su forma de tejer complicidades hará recordar a más de uno la novela de Philip Roth La Pandilla, sobre el tramposo Richard Nixon o Tricky Dixon y compañía, no podía faltar el cerebro de un grupo que idolatraba el poder aunque luego no supieron qué hacer con él.
– “Luis Videgaray es el personaje más importante del sexenio pasado. Yo creo que es un hombre que tenía una lógica que yo no he acabado de entender. Lo suyo no era ser elegido presidente de la república. Alguna vez lo pensó, consultó con la maestra si tenía sentido que fuera gobernador del Estado de México. Entiendo que la maestra le dice que es una locura, que lo van a despedazar adentro y afuera, que esto es una cosa que se resuelve en una cofradía con dos pies, uno en el Estado de México y otro en la capital del país donde él es más bien un bicho extraño. Y luego descubre, como dice en el libro, el placer del poder por el poder. Desde pactar negocios desde el poder, amarrar acuerdos políticos, tener un peso brutal en las decisiones sin que aparezca como empresario o como alguien súper acaudalado. Yo no puedo saber qué tanto dinero acumuló él, pero creo que fue el personaje más poderoso del sexenio, tengo quien dice que Peña Nieto trataba a Videgaray como si fuera su jefe”. Todo tenía que pasar por él.
-¿Qué rasgos tenía Videgaray como para seducir a un presidente?
– “Un tipo notablemente inteligente, que estudia al personaje, lo entiende, lo seduce y captura. Por lo menos es mi percepción. Él conoce muy tempranamente a Peña Nieto, como diputado local, muy joven Peña Nieto, y ya traía el aura de yo me vengo a sentar aquí, pero atrás de mí está Pedro Aspe, Carlos Salinas de Gortari. Yo creo que al Peña diputado le decían Salinas y no sé, se hincaba y hacía reverencia. Y quién lo representaba era este personaje, que además le enseñaba cómo organizar los presupuestos, le enseñaba cómo procesar la deuda del Estado para que pudiera funcionar el gobierno y lo que iba a encabezar Peña Nieto.
-“Videgaray es un personaje en busca de biógrafo, o por lo menos que haga una radiografía profunda de él. Se dijo que Estados Unidos tomó distancia. No sé si en el periodo como canciller o secretario de Hacienda, donde lo van arropando. Eso hace mucho Washington, que a los suyos en muchos países les va construyendo la etapa posterior a, y él iba a ser director de un fondo de inversión gigantesco, no me acuerdo. Y en cierto momento durante la cancillería, eso se rompe. Y al parecer es una decisión desde Wall Street, que Luis Videgaray no entraba a ese paraíso de las finanzas internacionales. Hay una historia que no conozco ahí, pero que me encantaría”.
-Otro personaje del entramado, aunque más gris, es Mancera. O Mancerita, como le dicen.
– “Yo creo que Mancera es un Peña Nieto, yo estoy convencido. Es un personaje sin formación política, que estuvo en el lugar correcto en el momento correcto. Y que trepó a un vehículo que operaron otros en su favor. La diferencia es que con Peña Nieto los conductores eran tipos como Videgaray, que es un hombre del MIT, ITAM, personaje con formación. Y Mancera se sube a un vehículo tripulado por Héctor Serrano, que es un cavernícola. Y cada uno hace un proyecto a la dimensión de sus operadores principales. Y Mancera, mucho más frívolo que Peña Nieto, y mira que ya es decir, mucho más burdo en sus apetitos económicos, y con una cofradía que no entendía, que se le rebelaba. Puso a este hombre (Serrano), y tú hazte cargo del partido y del gobierno, a mí déjame con lo que me gusta. Peña Nieto pudo haber incurrido en ese problema también, pero el PRI no es el PRD que es una guerra de tribus y una selva de fuerzas y cacicazgos en las delegaciones. El PRI de Peña Nieto es vertical, espera que le digan qué hacer. Y sí, había que respetar a los gobernadores, pero estos se alinean al final del día.
«Creo que si hiciera un libro sobre Mancera se llamaría La decepción, porque decepcionó a cualquier persona que creyó en él, me incluyo en eso. Yo lo conocí como procurador y este cuate qué fresco, apartidista, conociendo al PRD, qué bueno que no va, aunque lo intentó, eh. Me consta que intentó un gobierno donde no se despedazaran las facciones del PRD, hasta que descubrió que no podía y no quería. Yo creo que se desvaneció, luego pactó con Peña Nieto. Pactó muchas cosas con Peña Nieto a través de Osorio Chong, que Osorio Chong también es rudito. No lo pactó con Videgaray, quizá hubiera sido otro el destino. Lo pactó con Osorio que es un político 100 veces más cuajado que Mancera, con el intento de frenar a López Obrador. Mancera es un personaje que imagina ser postulado por el PRI, el PAN, no importa. La ideología era aquí totalmente ociosa y se vuelve un personaje muy marginal. A mí me llaman la atención los orígenes de las personas, y Mancera es un personaje muy modesto. Un señor que nunca tuvo para un reloj, y cuando tiene dinero se hace de una colección de relojes. Se volvió un señor con muchas casas, toda su gente también con muchas casas, porque él nació en un cuarto de servicio. Da para un abordaje de otro tipo, no periodístico”.
La clase política ya acusó recibo de esta crónica y sus respuestas han ido del azoro al silencio absoluto en el primer círculo del peñanietismo, sin faltar cierto morbo. “En el PRI particularmente. Especialmente en la coyuntura de que culpan a Peña Nieto de todos sus males. Yo creo que no es responsable de todos los males, creo que el tema estaba y se venía descomponiendo desde mucho tiempo antes. Pero cierto morbo, Peña Nieto es el responsable de todos nuestros males. No lo sé, todavía es prematuro para tener un balance”.
En este libro sobre el desastre de gobierno con Peña Nieto no falta la crisis provocada por los 43 desaparecidos de Ayotzinapa, fugas de prisiones con la consabida crisis de inseguridad, herederos despreciados como José Antonio Meade o políticos que tienden a traicionar, Ricardo Anaya por ejemplo, y llaman la atención ciertos operadores de Osorio Chong como el ex cuñado de la actual jefa de Gobierno de la ciudad de México, Eugenio Imaz, o el grupo de los Betos encabezado por el abogado Humberto Castillejos.
– “A mí en lo particular no me cautiva Imaz, responde. Un hombre que llega como camarógrafo al estado de Hidalgo, que sale en una película como actor, es un hombre que se descubre confeccionado por Osorio Chong, como operador de Osorio, y este lo quiso poner. Un hombre astuto, con capacidades ciertamente. No sé si para el espionaje o para la intromisión. Yo creo que, con todo respeto para él y para muchos, no es un personaje que me provoque. Me provoca más Humberto Castillejos, por ejemplo. Personaje que también venía de estilos modestos, sin mayor relumbrón. Y en este vacío de Peña Nieto lo huele también, y captura una dosis de poder gigantesca. Tanta, que ha ido penetrando en la estructura de López Obrador. Gente de Castillejos quedó en los primeros meses de la PGR, Felipe Muñoz, responsable de investigar los delitos cometidos por funcionarios públicos. ¿A quién se le ocurrió? Después sale el señor, pero Felipe Muñoz fue como un padre para Castillejos, fue secretario particular del padre, Marcos Castillejos. Penetra ahí y fue muy hábil para crear redes en el congreso, gobierno, los magistrados, en el poder electoral. Tiene un despacho que ahora está muy cauteloso sobre lo que pueda pasar, pero en los hechos no le va a pasar nada. Yo he ido tratando de diseccionar los lugares, sus personajes están incrustados en el gobierno y cada día me asombra más en cuantos lugares está. Es un personaje mucho más cautivador, uno de los pocos personajes centrales del libro a quien no conozco personalmente. Lo intenté en su momento, en otros casos no los conocía, me daban pereza, como Arturo Elías Beltrán, que es como un modesto operador de Castillejos. Pero todavía faltan muchas historias, el capítulo de los Betos es una especie de extorsión desde el Estado”.
-“Es uno de los principales enigmas de López Obrador, qué tanto va a ir buscando llevarlos ante la justicia. Dicen, es que pactó con Peña Nieto, pero pienso que esos pactos son imposibles de hacer: el hombre de Estado va reaccionando en función de las necesidades. Pero si López Obrador realmente quiere transformar el poder, incluso ejercer el poder a plenitud, lo que no han hecho los tres últimos presidentes, tiene que desmantelar esa estructura política, empresarial, judicial. Él tiene razón en el sentido de que esto está copado. Y yo creo que cuando lo vieron llegar a la presidencia muchos de estos actores dijeron ahí está la presidencia, ¿pero de veras quieres el poder también? No sé si lo está haciendo bien o mal, habrá que ver los resultados. Pasan muchas cosas en lo que va de este gobierno, pero habrá que ver un año y medio, dos años, para hacer un balance más propio, y a lo mejor hacer otro libro, no sé”.