En periodismoatodaprueba.blogspot.mx hemos dado espacio a 153 denuncias de exalumnas que han enfrentado acoso sexual o discriminación dentro del Colegio Queen Mary School ubicado en la Ciudad de México. El siguiente escrito ha sido desde el anonimato y se ha respetado tal cuál fue recibido.
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Escribir este texto me cuesta mucho trabajo porque no sé bien desde dónde partir.
Lo cierto es que he leído lo que han denunciado varias jóvenes y expuesto el acoso que vivieron en el Queen Mary School y para mi, son un gran ejemplo y las admiro mucho.
Quiero que sepan que no están solas y que somos muchas quienes les creemos.
Sé que hay daños irreversibles, pero también sé que este camino no debe recorrerse en solitario, podemos caminarlo juntas.
Trabajé ahí y mi testimonio ahonda en algunos abusos que los empleados padecimos y que supongo siguen ocurriendo.
Me duele mucho haberme dado cuenta de lo que ellas, todas, enfrentaron, me llena de impotencia pensar que sucedió frente a mí y no lo vi, o que quizá en ese entonces tenía el machismo tan interiorizado que en ningún momento vi focos rojos encendidos.
En un inicio de este texto, mi intención era relatar algo general, pero lo cierto es que hay muchísima gente muy valiosa trabajando en este lugar sometida a abusos, por lo que, al menos para mí, será necesario mencionar algunos nombres.
Para empezar, es necesario dejar en claro que el QMS reproduce el sistema desigual del país: unos pocos, los de más arriba, gozan de todos los privilegios, mientras que el resto, quienes prácticamente sostienen la escuela, viven sometidos a abusos constantes.
Uno de ellos, en el caso de los empleados, es el terror a ser despedido.
De primera mano sé que basta con que algún coordinador o director tenga algo contra alguien para empezar a llenar su trayectoria de obstáculos.
Para despedir a alguien, basta con caerle mal a quienes toman estas decisiones, de esta forma se pondrán todos los esfuerzos en justificar un despido.
Además, trabajar ahí deja secuelas emocionales, lo sé porque lo viví y porque muchos me lo han compartido. No me sorprende que no se haya levantado la voz desde la perspectiva de los trabajadores, pues en nuestro caso, nuestro futuro profesional puede verse afectado. El poder que se ejerce ahí no es algo sometido simplemente a caprichos, sino que se torna grave desde el momento en el que se sabe que Gena Cuevas Guevara, hija de la directora, quien ocupa uno de los cargos más altos en el colegio, estuvo implicada formándose y trabajando como coach en el programa ESP de la controvertida secta NXIVM.
Otros miembros del personal intentaron formarse en este grupo, entre ellos Gabriela Olguín, con poco éxito, ya que son grupos muy elitistas y el estatus socioeconómico determina quién asciende y quién no. No obstante, el deseo de pertenecer a este grupo se refleja en sus mismas prácticas violentas y punitivas hacia el personal. Podría ser una elección personal y sin importancia, de no ser porque esos comportamientos e ideas han influido con determinación en la forma de tratar a las personas y de llevar las cosas dentro del colegio.
Es así que no menciono el tema del coaching para crear controversia, sino porque la forma en la que estos grupos operan se ha reproducido dentro del colegio. Se le da más importancia a esto que al tema académico.
De esta forma, queda claro que el tema del coaching se ha vuelto realmente preocupante. Estos grupos siempre buscan influir en los demás y ganar adeptos. Dentro de las capacitaciones laborales a maestros se han invertido grandes sumas de dinero -del dinero de las colegiaturas, claro está- para dar pláticas y capacitaciones que no llevan a nada. Dentro de las personas invitadas, existe un señor llamado Francisco de Zataraín que es sumamente violento, pero es una especie de gurú para las coordinadoras, principalmente para la misma Gena Cuevas, así como para dos coordinadoras más: Erika Vigil y Gabriela Olguín, mencionada en líneas anteriores. Estas dos últimas reproducen ese mismo modelo violento con sus empleados. Los maestros son obligados a participar en estas sesiones donde este sujeto, sin conocer la situación de cada uno, puede elegir a alguien durante sus pláticas para humillarlo lo más posible.
Una gran mayoría de l@s maestr@s (si no es que todos), lo detestan por esa razón.
Estas sesiones someten a grados inimaginables de tensión al personal. Pero esto no importa porque su vínculo con las coordinadoras es mucho más fuerte. Todo lo que él dice o propone ni siquiera se cuestiona, incluso cuando la charlatanería de Zataraín es demasiado evidente. Pero si algún docente expresa su inconformidad, se le dice que es porque él o ella no quiere cambiar: la responsabilidad siempre es de otros.
En cuanto al tema del clasismo que en algún testimonio leí, puedo decir que, evidentemente, hay privilegios.
En cuanto al tema del clasismo que en algún testimonio leí, puedo decir que, evidentemente, hay privilegios. No se trata igual a todos los alumnos. Si se considera que uno da mala imagen, se le expulsa, como ocurrió con una chica de 6º hace algunos años, cuyo nombre no revelo porque no me corresponde a mí esa denuncia. En el caso del personal, la voz de los hombres cuenta mucho más que la de cualquier mujer.
Si alguien más está dudando en compartir su testimonio, les animo a hacerlo, perdamos el temor y la indiferencia. Muchas veces vivimos estas situaciones y las asumimos como normales, internalizamos la violencia y no cuestionamos lo que ocurre. Nos acostumbramos a callar, pero así jamás detendremos estos abusos. Esto tiene que parar.
Es por ello que no debería sorprendernos lo que las ex alumnas que hoy levantan desde este blog han dicho.
Si como empleada estuve en desventaja, puedo imaginar lo que ellas sintieron, pues al ser menores es muy claro por qué las ignoraron en momentos tan difíciles y es muy lamentable que las hayan invalidado y hasta amenazado. Su edad y sexo las pusieron en una inmerecida desventaja.
Como expresé al inicio, hay daños irreversibles y se siente una gran impotencia el saber que al colegio sólo le importa su imagen y reputación. Pero me da cierta paz saber que aporto un poco a que estas chicas se sientan acompañadas, que sepan que somos muchas quienes les creemos y que, por lo menos en mi caso, si algún día vuelvo a trabajar con niñ@s o adolescentes, estaré con los ojos muy abiertos para detener esta serie de eventos catastróficos que nos marcan por siempre.
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