“El verdadero poder es el miedo. Todo es cuestión de fuerza, nunca hay que mostrar debilidad”. Frase de Donald Trump que sirve al periodista Bob Woodward, cuya investigación más conocida derivó en el escándalo de Watergate, para revelarnos los entresijos de la Casa Blanca bajo el mandato (es un decir) del también empresario y protagonista de reality show televisivo: el presidente Payaso Loco.
Si su candidatura resultaba inverosímil, recuérdese su referencia en Los Simpsons como el presidente que llevaba a su país a la quiebra, su modo de ejercer el poder deja pasmados incluso a los miembros más cercanos de su equipo de gobierno quienes lo califican de “narcisista que lo ve todo desde el punto de vista del impacto que tiene sobre sí mismo”, con un carácter imprevisible, impulsivo, paranoico, baja capacidad de atención, “carente de habilidad psicológica para experimentar empatía o pena”, e incapacidad para aprender.También que se trata de una persona de “relativa ignorancia y opiniones peligrosas”, un “mentiroso profesional” al que “se le va la olla (cabeza)”, sin faltar el es “un idiota en Loquilandia”.
Esto no se queda ahí, y un director del Consejo Nacional de Economía hizo alianzas con otros funcionarios para frenar sus impulsos más peligrosos y afirmó: “no es lo que hemos hecho por el país, sino lo que hemos evitado que él haga”. Lo que también creía su Secretario de Personal, quien explicó que una parte de su trabajo consistía en reaccionar “ante algunas de las ideas más peligrosas que se le ocurrían (en economía o política exterior) y darle razones para que pensara que tal vez esas ideas no eran tan buenas”. Y le ocultaban documentos para que no los firmara.
Muy significativo que esto se extendió al ala Oeste de la Casa Blanca, cuyos funcionarios y familiares del presidente son descritos como depredadores naturales sin experiencia alguna en gobierno y contactos superficiales con el ambiente político. Y exabruptos de un poder que debe subirse a la cabeza, como los de Ivanka Trump quien durante una discusión argumentaba que ella no era una empleada: “¡Nunca seré una empleada! Soy la primera hija del presidente”.
La investigación de Woodward, con más de tres décadas de trayectoria y autor de varios libros sobre el poder político norteamericano, se elaboró con la regla del Deep background o información de referencia según la cual se puede usar toda la información de las entrevistas pero sin indicar quién la ha proporcionado. De este modo se sumerge en algunos secretos profundos del aparato de espionaje e inteligencia como en esa incapacidad del presidente para serlo, y sus peculiares modos de ser: por ejemplo, dedicar horas diarias a ver televisión, sus relaciones con Rusia y con la primera dama, Melania. Sus formas de comunicarse a través de Twitter, del que dijo que es su forma de funcionar, lo considera su megáfono, y otras herramientas aprendidas del abogado de la mafia Roy Cohn. Por ejemplo, nunca mostrar debilidad, negar todo, llamar la atención de los medios de comunicación y no admitir nunca nada. De hecho, su teoría para negociar y llegar a un acuerdo es “para llegar a un sí, primero tienes que decir que no”.
Una lectura obligada no solo para conocer los entretelones del poder sino por el peligro que hoy representa este empresario populista, o “popularista” como él mismo se reconoce, cerca de caer en la trampa del perjurio en la investigación del FBI por el affaire del espionaje ruso.
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