CIUDAD DE MÉXICO, 20 de marzo de 2025.- En 399 A.C el filósofo Sócrates murió envenenado tras haber sido sentenciado a muerte por corromper a las juventudes atenienses y no reconocer los dioses tradicionales. Popularmente, el veneno que se le administró se conoce como cicuta.
La cicuta, la planta, nos enseña una valiosa lección: no siempre las plantas venenosas tienen un aspecto amenazante. En este caso, la cicuta tiene bastante parecido con plantas comestibles: sus hojas son muy similares a las del perejil y sus raíces se parecen bastante a familias hermanas de las zanahorias, lo cual nos recuerda los grandes peligros de consumir plantas salvajes ya que un error puede ser la diferencia entre consumir una planta comestible o un potente veneno. Además, esta planta es nativa en Europa, África del Norte y el Oeste Asiático; y ha sido implantada en América, Australia y Nueva Zelanda, con lo cual está presente en gran parte del planeta.
La cicuta posee trece compuestos químicos alcaloides con propiedades tóxicas, entre los cuales se encuentra la coniina (también llamada a veces directamente cicuta) y la γ-coniceína. Todas las trece moléculas varían en su abundancia y letalidad en plantas como la cicuta, pero en líneas generales son venenosas porque tienen propiedades neurotóxicas, es decir, afectan al sistema nervioso, y en especial al sistema nervioso periférico. De aquí se puede extraer otra lección biológica: la neurotoxicidad de muchos venenos no proviene de afectar al cerebro sino a los nervios periféricos. El correcto funcionamiento de nuestros órganos y músculos requiere que los nervios conectados a ellos funcionen, y esto también incluye un punto crítico: los músculos diafragmáticos que nos permiten hinchar y deshinchar los pulmones. Por eso, en el caso de una intoxicación con cicuta hay dos prioridades: por un lado realizar un vaciado estomacal para impedir la llegada de más veneno y tratar de eliminar parte del veneno ingerido suministrando al paciente productos como carbono activo; y por otro lado asegurar la respiración del paciente, incluso a través de mecanismos de respiración artificial si es necesario.
Como curiosidad, el uso de la planta cicuta ha ido más allá de los venenos y hasta la llegada de la medicina moderna se han utilizado derivados de la planta para intentar tratar desde herpes a dolores articulares o tumores. Aunque obviamente, la efectividad de estos tratamientos si fueran analizados bajo la ciencia moderna es muy discutible, a lo cual hay que sumarle la toxicidad del preparado.
Y por último, aunque popularmente se dice que Sócrates bebió cicuta, la realidad es que seguramente se trató de una mezcla donde, a parte de la cicuta, algunos trabajos indican que también habría vino, opio y mirra en la bebida venenosa que acabó con su vida.
Descubre más desde Fernanda Tapia
Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.