Ayer fue el comportamiento de la prensa mexicana el que dio la nota en el caso de Genaro García Luna, el ex secretario de Seguridad que espera juicio preso en la fría Nueva York. Así que mientras le llega la hora y juega sus últimas cartas para negociar con los antiguos amigos que en sus días de vino y rosas le dieron capacitación, mucho dinero y equipos de espionaje, entre otras cosas, en México es de necesario interés público saber más de sus andanzas que incluyen corrupción, trato con jefes de varios cárteles, traiciones, enriquecimiento hasta hace poco inexplicable, fabricación de culpables con todo y montajes mediáticos, o el sorprendente dejarle hacer de un Felipe Calderón supuestamente dirigiendo su muy personal guerra contra las drogas.
Por eso y más es obligada la lectura de El licenciado, biografía periodística del considerado súper policía de aquél sexenio cuyo fiasco dejó miles de muertos y desaparecidos por todo el país sin atisbo alguno de justicia hasta hoy. Una investigación que mientras da cuenta de la carrera y ascenso laboral hacia las alturas del poder desde sus inicios en el Cisen, se sumerge en las profundidades, sótanos y cloacas del sistema nacional de administración y procuración de injusticia, vigilancia y seguridad.
Durante el intenso viaje por estas redes de cañerías, el autor nos presenta el testimonio de una variedad de informantes donde lo mismo aparecen ex funcionarios de inteligencia que conocieron a Genaro en sus inicios, cuando dadas sus habilidades en el campo del espionaje se fue ganando la confianza de importantes superiores como el almirante Willy, que miembros de cárteles como los ya extraditados Alfredo Beltrán Leyva o Sergio Villarreal, que en las mazmorras de la sección de máximo exterminio de la recién cerrada prisión de Puente Grande se jactaba de los encargos para corromper y hacer la paz mafiosa mandados por su patrón Arturo Beltrán, o de sus relaciones con el político Guillermo Anaya, cuya hermana fue cuñada de este ex comandante de la policía judicial, quien le conectó con Felipe Calderón al que describió como una persona con tipo de director de escuela primaria.
Obvio que los testimonios por sí mismos no bastan, así que Jesús Lemus investiga coincidencias de muchos dichos que lo mismo incluyen la observación directa de inusitados privilegios carcelarios de los que gozaba Villarreal, y más cuando se prestó a inculpar a enemigos de García Luna antes de irse extraditado a Estados Unidos, pero también datos estadísticos, documentos oficiales como actas de matrimonio, contratos, información sobre relaciones peligrosas entre familiares de Calderón Hinojosa y la Familia Michoacana, lo que entre otras penurias le costó 3 años y 5 días de cárcel durante aquél sexenio más desplazamiento forzado o nuevas amenazas por esta investigación, y muchas pistas que ya deberían estar investigando las actuales autoridades si en verdad quieren dejar atrás al viejo gatopardo. Ese que todo lo cambia para dejarlo todo igual.
Y es que además de rastrear el poder acumulado por Genaro durante toda su carrera de espía y policía, lo que incluyó recomendaciones de empresarios como la familia Slim o traiciones e intrigas de García Luna y su equipo para enviar a prisión a inocentes como Javier Herrera Valle, la familia Vallarta, 17 funcionarios de la PGR y 2 ex directores de la Interpol, entre muchos otros, sin faltar las sospechosas omisiones de funcionarios como Eduardo Medina Mora y Marisela Morales, incluso busca lo que ha hecho hasta ahora la autodenominada 4T para investigarlo y esto deja mucho que desear ante la gravedad de lo documentado que no está siendo atendido o se ha hecho con demasiada tibieza.
Entre muchas otras cosas, su nepotismo, redes de complicidades o temas como los contratos para hacer negocios millonarios con la privatización de la seguridad, que junto a otros 50 documentos vienen en un anexo en Internet que proporcionan más pistas, nombres, apellidos y claves para entender también desde cuándo y por dónde iniciaron las investigaciones del gobierno de Estados Unidos en su contra o la lentitud de la propia DEA para actuar, pues de acuerdo con el ex espía mexicano Lince la justicia no les interesa y toda esta información es utilizada con sentido político.
La investigación proporciona elementos para que se multipliquen las pesquisas y averiguaciones contra Genaro, asociados o cómplices, que aparecen con nombres, apellidos y algunos todavía incrustados en el gobierno. Tanto en lo periodístico como en lo judicial, pues en la obra hay indicios bien documentados sobre posibles responsabilidades de tipo administrativo, civil y penal que alcanzan el mecanismo de protección y agresión a periodistas donde una de sus empresas se encargaba de cuidarlos en algo parecido a la vieja historia de poner a la zorra a cuidar el gallinero.
O de sus enredos y vínculos con el mismísimo diablo, no Lucifer ni venta de alma al estilo Fausto mezclado con narcosatánicos, sino Edgar Veytia, el ex fiscal de Nayarit a quien así apodaban y que alcanzó tal poder antes de ser apresado en Estados Unidos que no solo amenazó con pistola y gritó “pinche joto” a su jefe el gobernador, también traicionó y retó a Joaquín Guzmán Loera y con el apoyo de 3 cárteles y el licenciado –como se referían a García Luna algunos contactos del mundo narco que se prevé testifiquen en su contra-, llevó a cabo una serie de ilícitos que tampoco están siendo investigados y deberían serlo. Una lectura que además ayuda a entender el desastre nacional.