Por Tomás Borges
“Quien tiene dinero, tiene en su bolsillo a aquellos que no lo tienen”
Lev Tolstoi
Desde los tiempos en que Platón soñaba con un rey filosofo para gobernar al pueblo llano, los intelectuales siempre han buscado sino tomar el poder, formar parte del mismo, al estar cerca del soberano en turno, ya sea como tutores (como fue el caso de Aristóteles con Alejandro Magno de Macedonia, Thomas Hobbes con el Príncipe de Gales) o como asesores, como fue el caso de André Malraux en el gabinete del francés Charles de Gaulle.
Cuando la vida académica no es suficiente, los intelectuales harán hasta lo imposible para ser líderes de opinión y que su sabiduría sea escuchada por los gentiles, como si de mesías se tratasen, ya que el ascenso del intelectual laico ha sido un factor clave para la configuración del mundo moderno, ello de acuerdo al excelente libro de Paul Johnson “Intelectuales” (Vergara Editor, Buenos Aires, 1990), donde en lugar de glorificarlos como los nuevos prometeos, los cuestiona magistralmente, al tildarlos de hipócritas y falsos mesías.
De acuerdo a James A. Smith (Intermediarios de Ideas, Grupo Editor Latinoamericano, Buenos Aires 1991) “los recursos económicos e intelectuales que se destinan a la investigación de las ciencias sociales y a la creación de instituciones de asesoramiento técnico no han logrado que nuestra política sea más racional, que los debates políticos sean más inteligentes ni que las políticas obtengan un éxito más seguro”.
En este sentido el autor señalado, refiere que “los grupos de expertos son un invento del siglo XX, pero el asesor experimentado y el intelectual que trabaja en las sombras del poder han tenido un papel importante en la vida política durante más de dos milenios” (Op. Cit.).
Desde las fabulas de Esopo hasta el Príncipe de Maquiavelo (por citar algunos) los llamados intelectuales han buscado influir en las direcciones de las naciones, haciendo que los detentadores del poder, cuenten con los sabios consejos de los que han llegado a ser tildados del poder tras el trono a través de sus “sabios consejos».
Actualmente, nuestro país no es la excepción y vemos como en los medios tradicionales, intelectuales o pseudo intelectuales o influencers como Chumel Torres (@chumibebe), buscan dejar su impronta en la actual administración, criticando hasta la más nimia decisión del Presidente López Obrador y cuestionando a los intelectuales que tiene a su servicio.
Los que hoy critican, fueron los defenestrados de la nómina gubernamental, quienes al no contar con los recursos del Estado se dedican a denostar a los beneficiarios del actual régimen, quienes han sido blanco de las críticas no sólo por sus ideas, sino hasta por su físico, siendo ejemplo de ello el periodista Gibrán Ramírez Reyes (@gibranrr), quien incluso es cuestionado por comer en restaurantes de lujo y contravenir la llamada austeridad republicana auspiciada por el mandatario.
Otro caso emblemático es el de John Ackerman y Sabina Berman quienes, ya que incluso cuentan con un espacio de televisión en la televisora del IPN, donde pese a su escaso rating su programa cuesta poco más de 4 millones pesos, teniendo una audiencia, de acuerdo al Economista (26 de junio) de 56 mil espectadores en promedio, lo que ha hecho del mismo una muy mala inversión a costa del erario.
De acuerdo a Paul Johnson, los intelectuales reúnen las siguientes características:
• Rechazo al orden establecido.
• Confianza en su capacidad.
• Creencia en el proceso político.
• Pensar egocéntricamente y que las leyes morales no aplican para ellos.
• Rechazo absoluto a las críticas y a las opiniones de los demás.
Al igual que los viejos demiurgos, buscan que sus palabras sean tomadas como producto del intelecto y de una mente privilegiada, que cual faro de sabiduría buscan iluminar a los demás con su sapiencia, aunque muchas veces la vida de ellos mismos sea un ejemplo de decadencia y no comulguen con lo que predican.
“Las vidas privadas y las actitudes públicas de los intelectuales destacados no pueden separarse: cada uno ayuda a explicar la otra” dice el británico Paul Johnson, quien agrega que “a los intelectuales se les presenta la tentación de usar el capital adquirido por su eminencia en la propia disciplina para hacerse de una plataforma y emitir opiniones sobre otras cuestiones públicas”.
Es por lo anterior, que el autor británico nos previene de los intelectuales al decir no sin razón que hay que tener cuidado con los que se autodenominan líderes de opinión, ya que “éstos deben mantenerse alejados de los resortes del poder, aunque también deben verse con especial sospecha cuando buscan dar consejos al colectivo”.
“Toda cultura política crea su propia raza de expertos: Daniel interpretaba los sueños de Nabucodonosor, los adivinos chinos leían las rajaduras en el caparazón caliente de las tortugas y los augures romanos descubrían su sentido en las entrañas de las gallinas o en el vuelo de las águilas. El experto (del latín expertus, conocimiento que surge del conocimiento o la experiencia) es fundamentalmente un producto de una sociedad dada” (James A. Smith, Op. Cit.)
Para finalizar, “el peor despotismo es el despotismo de las ideas” y más cuando algunas personas utilizan su amor desmedido por el bien de la patria y la humanidad, en menosprecio de sus semejantes que no comulgan con su ideología, en el entendido de que “todos los expertos son matones alquilados, y todos los expertos usan los recursos institucionales para defender un punto de vista” dice John Allen Smith.
El que tengas un título y el que tengas infinidad de premios, no harán que tus opiniones sean más válidas que las de la mayoría, y más en una nación donde la democracia sigue siendo un ejercicio más que oneroso.
“Las personas importan más que los conceptos y deben ser colocadas en primer lugar” nos previene Paul Johnson, quien nos recuerda que vale más una vida que una idea y una muerte auspiciada por cualquier ideología, es un crimen, tal como ocurrió en los regímenes totalitarios, donde en aras de un bien común se cometieron toda clase de crímenes, haciendo que sus perpetuadores estén hoy en el vertedero de la historia.
¡Cuidado con los intelectuales!¡Conocer las causas de la obediencia es conocer la naturaleza del poder!
@borgestom