A las madres les hemos cargado de cientos de mitos las bolsas, si nos va bien (que es irnos bien?) o somos exitosos es porque seguramente tuvimos una gran madre, al contrario, si fracasamos en nuestra profesión o en nuestras relaciones es porque tuvimos una mala madre, porque antes de ser mujer primero se es madre…. Y bla, bla, bla; de verdad, ¿alguien aun cree eso?
Según el censo de Población y Vivienda realizado en el año 2010, de las cerca de 26 millones de familias que fueron censadas en México, alrededor del 1 por ciento estaban conformadas por parejas del mismo género. De acuerdo a cifras del INEGI, existían 229 mil 473 hogares formados por familias homoparentales, de estos, 172 mil eran de parejas homosexuales y lesbianas con hijos.
Antonio Medina, en su libro Familias Homoparentales en México: Mitos, Realidades y Vida Cotidiana, explica que: “La familia es la célula básica de la sociedad. Es la entidad mínima del gran conglomerado humano y si pensamos en que todos como seres humanos debemos gozar de los mismos derechos no tendríamos que hablar de familias homoparentales y la lucha por sus derechos, sino de las acciones que como sociedad nos toca realizar en pro de los derechos no para familias heterosexuales u homoparentales sino para las familias, todas, coexistiendo”. Aunado a esto, la Carta Magna en su Artículo 1o constitucional manifiesta: En los Estados Unidos Mexicanos todo individuo gozará de las garantías que otorga esta Constitución, las cuales no podrán restringirse ni suspenderse, sino en los casos y con las condiciones que ella misma establece.
Con lo anterior pareciera que las sociedades deberían conducirse en igualdad de oportunidades, respetando los derechos de unos y de otros, sin embargo la perspectiva cambia cuando de adopción se trata, más aún cuando los que desean adoptar son una pareja homosexual y lésbica, la sociedad va segregando y manipulando la entrega de derechos, basados muchas veces en prejuicios. Los seres humanos formamos juicios morales, cada uno desde nuestra experiencia, opinamos, proponemos, destruimos y reconstruimos posturas frente a circunstancias que nos involucran, también de las que no, actuamos conforme a nuestras posibilidades, a lo que nos han enseñado en la casa, la escuela, la iglesia, la sociedad misma, esa a la que no podemos despegarnos pues, como dice el Dr. Álvarez, “lo natural en nosotros es ser sociales… no nacemos siendo seres humanos, nos humanizamos” y lo hacemos en el contacto con el otro, el otro que, como lo expresó Amartya Sen en su texto “La otra gente”, no es sin mí y yo no soy sin el otro.
Para el DIF Nacional, la adopción es “el medio por el cual aquellos menores que por diversas causas ha terminado el vínculo con su familia biológica, tienen la oportunidad de integrarse a un ambiente armónico, protegidos por el cariño de una familia que propicie su desarrollo integral y, estabilidad material y emocional, que los dote de una infancia feliz y los prepare para la vida adulta.” En el tema de familias homoparentales que desean adoptar no pasamos de largo, a éstas, las percibimos de acuerdo a nuestro mundo de significados, de lo que es “bueno” y ”malo”, como lo describiera Giannini (1992). Por tanto, es un hecho que en este territorio, nadie estará dispuesto a “renunciar a lo que su experiencia dictamine o a lo que su vida le a enseñado como bueno o como malo, como justo o injusto por cualquier simple teoría” (p. 74).
Es que no podemos no reaccionar a este tema que rompe con esquemas de familias heteronormadas que nos cobijaron por tantos siglos, que rompe modelos que pensaríamos inquebrantables como el de una institución medular para las sociedades de cualquier época. El tema de familias homoparentales nos involucra porque somos sujetos que vivimos y crecimos en un familia, incluso no opinar nos hace ya, en sentido estricto, estar opinando, cuando al cuestionamiento de estar o no a favor de las familias homoparentales, respuestas como: -no opino que si pero tampoco que no, en realidad estamos diciendo que no. Con el silencio también tomamos postura.
Pero atendiendo al título de este texto ¿qué pasa cuando no hay madre? En el caso de las familias homoparentales hay dos papás, aquí es importante señalar que ninguno de los dos toma el rol de “mamá” debemos dejar de estereotipar y empeñarnos en meter a las familias diversas en constructos tradicionales de las mismas. En una familia construida por dos hombres e hijos, no hay una figura materna, es cierto, sin embargo muchas veces esta figura es tomada de las abuelas o las tías cercanas a la familia. La idea es desmitificar un poco que es un privilegio para parejas homoparentales adoptar, cuando en realidad es un derecho que tenemos las PERSONAS a formar una familia.