Mi hambre no para de girar dentro del cubo que habito, edificio blanco. El tiempo dibuja formas geométricas sobre el sudor de mi espalda. ¿Que nadie dice nada?
El viento forma nuevos trazos de luz sobre la banqueta a cada instante, árboles en movimiento, espacio abierto frente a mis ojos. Salida.
Aromas del deleite olvidado estremecen el recuerdo de un viaje por el tiempo. Pies sobre el realismo o surrealismo de la búsqueda.
Divino pensamiento casero, calor de la raíz, vivienda del recuerdo. Un cristal inunda de colores y sonidos la habitación de la infancia, alimento, estados de gracias.
Nervios alterados por el color de la voz, tímpanos estremecidos. Él es Álvaro Tarcicio, quien, un día como hoy 9 de diciembre, pero de 1999 (65 años) partiera al cielo a seguir construyendo recuerdos de la infancia. Arquitectura de la voz y la nostalgia.
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