Muchas veces el encierro forzado trae consigo una furia que en estos tiempos se traslada a las redes sociales de Internet, donde las emociones y sentimientos siguen desbordados y ni con pandemia de por medio dejan de tundirse chairos, derechairos, chayoteros y fifís, apoyados ahora por robots que ayudan a magnificar los mensajes, memes, insultos, descalificaciones o mentiras de comunidades virtuales que no parecen tener mucha disposición para comunicarse.
Así que para ayudar a comprender cómo hemos llegado hasta donde estamos, y porque el tiempo de reclusión también ayuda para ponerse en el lugar del otro y hasta reflexionar, es muy recomendable leer la historia de la guerrilla en México de Fritz Glockner. Dos volúmenes que van de 1943 a 1968, el primero titulado Memoria roja, y de reciente aparición Los años heridos que abarca de 1968 a 1985.
Un viaje que inicia buscando fantasmas, incluso personales como explica el autor al aclarar desde el principio sus implicaciones y motivos (lo que no es muy frecuente por cierto), para emprender un viaje de investigación de al menos dos décadas y después narrarlo como si fuera una detallada cronología comentada y compuesta por miles de piezas como en un rompecabezas monumental. Lo interesante es que lo enmarca en casi 600 páginas plenas de referencias, documentales y testimoniales entre otras, escritas con buen ritmo.
El libro permite conocer la historia negra de un pasado muy reciente que todavía muchas personas se empeñan en ocultar, negar y tergiversar. De los motivos y razones para que no pocos jóvenes, hombres y mujeres, optara por la vía de las armas para enfrentarse a gobernantes autoritarios y bastante cerriles, a la izquierda desde entonces dividida, los nombres y relaciones de las organizaciones más relevantes que hasta hoy no han sido pocas, así como las diferencias y contradicciones entre lo que entonces se llamaba vanguardia revolucionaria y la realidad misma, o las de combatientes urbanos de formación universitaria con la guerrilla rural de los normalistas Genaro Vázquez y Lucio Cabañas, de quienes cuenta historias que incluyen la codicia y vileza del secuestrado Rubén Figueroa con todo y regateo de su familia, los vuelos de la muerte a cargo de militares y la implacable persecución gubernamental que incluyó cárcel clandestina para la madre y la esposa embarazada que no tenían que ver con las actividades del guerrillero.
Así va tejiendo lo que unos y otros hicieron durante este periodo que suele llamarse guerra sucia, aunque para Fritz se trata de una guerra de baja intensidad en toda forma y lo evidencia con un detenimiento que puede causar desazones pues el debido proceso y la presunción de inocencia son fantasía, la tortura despiadada es método habitual de investigación lo mismo que la desaparición forzada y la orden de exterminar es ejecutada por agentes de la Brigada Blanca, la Dirección Federal de Seguridad y del propio Ejército, cuya crueldad y participación en este y otros hechos como el asesinato de Rubén Jaramillo o la represión a movimientos sociales también son documentados.
Tampoco faltan las andanzas de personas asociadas con lo tenebroso y los asesinatos como Luis de la Barreda, Miguel Nazar Haro, Mario Arturo Acosta Chaparro, Fernando Gutiérrez Barrios o Luis Echeverría, a quien el autor entrevistó, y en su momento estuvo dispuesto a sacrificar a su propio suegro negándose a pagar el rescate exigido por un comando guerrillero que lo secuestró en Guadalajara, años atrás el licenciado Zuno organizó grupos porriles que al paso del tiempo se hicieron muy conocidos en aquella ciudad, la misma en la que otro comando armado secuestró al cónsul de Estados Unidos y lo canjeó por presos políticos y guerrilleros que tras un operativo casi cinematográfico terminaron volando rumbo a Cuba donde no les fue como esperaban dada la geopolítica de ese momento materializada en la relación de Fidel Castro y Gutiérrez Barrios. Ni las ingenuidades o errores de estrategias, cálculos político-militares y tácticas de las distintas asociaciones insurgentes, incluido el secuestro fallido que terminó con la muerte a balazos del empresario Eugenio Garza Sada y las múltiples implicaciones que esto trajo consigo dejando ver, entre otras tantas cosas, el desprecio por la ley que mostraron empresarios de entonces al pedir públicamente asesinatos como respuesta de Estado, o la vida misma como el costo a pagar por solo repartir un periódico a obreros. Una obra llena de historias muy negras pero imprescindible para comprender los porqués de varias generaciones que creyeron en las armas como medio para alcanzar un mundo menos injusto, y adquirir suficientes elementos para tener un contexto que permita entender lo que ha pasado en México durante las últimas décadas y que muchas de estas tragedias no vuelvan a repetirse.